Ante violencia que domina a nuestro país, la Iglesia Católica exige resultados, no justificaciones…

La sombra de la muerte ha traído luto y dolor en los hogares, y ha sembrado la desconfianza en las personas y en las instituciones.

Por Irineo Pérez Melo

Xalapa, Ver., La Arquidiócesis de Xalapa lamentó que la muerte sigue dominando en nuestro país, ya que la “violencia ha cobrado muchas víctimas y no podemos acostumbrarnos a ella”, por lo que exigió (a los gobiernos federal y estatal) resultados, no justificaciones.

En el comunicado dominical emitido por la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa, destaca el que se “nos anunció y prometió que esta lacerante situación se reduciría y que habría estrategias eficientes para disminuir esta realidad, sin embargo, las fuerzas de la muerte y de la maldad parecen tener control de mando”.

En el documento, signado por el presbítero José Manuel Suazo Reyes, en referencia a Todos Santos y los fieles difuntos que se celebra el 1 y 2 de noviembre, destaca que la sombra de la muerte ha traído luto y dolor en los hogares, ha sembrado desconfianza en las personas y en las instituciones.

Refiere que, en el Día de Muertos, recordamos a todos los difuntos y de manera especial a todas las víctimas de la violencia.

En el comunicado recuerda que el 1 de noviembre se celebra en la liturgia de la Iglesia Católica a Todos los Santos, que son todos aquellos que ya gozan de la visión beatífica y viven en plena comunión con Dios en el cielo. En esa celebración invocamos no solo a los santos canonizados que aparecen en el calendario litúrgico, sino también a todos aquellos que no conocemos o que no se mencionan pero que también han alcanzado la santidad.

El día 2 de noviembre, recordamos a Todos los difuntos. La comunidad cristiana lo llama Día de muertos. La Iglesia hace oración por los difuntos porque delante de Dios, ellos están vivos. Como dice el mismo evangelio “Dios es un Dios de vivos, sino de muertos (Cfr Lc 20, 38). La oración que hacemos por los difuntos, como también nos enseña la Sagrada Escritura, es para suplicar la misericordia divina por ellos; para que Dios perdone todas sus culpas y los pecados que en vida no hayan podido reconciliar (Cfr 2 Mac 12, 45).

Humanamente hablando la llegada de la muerte pasa por la experiencia amarga del dolor, del llanto, del luto, de la tristeza, de la sensación de la oscuridad, sin embargo, en medio del túnel de esa experiencia, la fe nos permite contemplar la luz de la gloria divina manifestada en la resurrección de Cristo. Pues para los que creemos en él, la muerte es un paso obligado para encontrarnos con Dios. Pues nada escapa a los designios divinos, como dice la Sagrada Escritura, “en la vida y en la muerte somos del Señor” (Rom 14, 8). “Nada nos separará del amor de Dios, ni siquiera la muerte” (Rom 8, 39).