En esta ocasión la conmemora en medio de una crisis sanitaria sin precedentes que amenaza la vida de todos.
Por Irineo Pérez Melo
Xalapa, Ver., La Iglesia Católica celebra el 11 de febrero la Jornada Mundial del Enfermo y en esta ocasión la conmemora en medio de una crisis sanitaria sin precedentes que amenaza la vida de todas las personas, refiere la Arquidiócesis de Xalapa.
En el comunicado dominical emitido por la Oficina de Comunicación Social de esta asociación religiosa, se destaca que “cuando estamos enfermos la incertidumbre, el temor y a veces la consternación se apoderan de la mente y del corazón; nos encontramos en una situación de impotencia, porque nuestra salud no depende de nuestras capacidades o de que nos “angustiemos” (cf. Mt 6,27).
En nuestras oraciones tenemos presente continuamente a todos los enfermos y a sus familiares, así como a los agentes sanitarios y personas que los cuidan. Esperamos con fe que pronto podamos superar esta noche obscura, refiere el documento signado por el presbítero José Manuel Suazo Reyes Director Oficina Comunicación Social Arquidiócesis de Xalapa.
Por todo esto, seguimos afirmando que el cultivo y la alimentación de nuestra fe es fundamental para nosotros los creyentes para poder enfrentar las diversas enfermedades y el sufrimiento que les acompañan, se añade.
Menciona que la vida humana no está exenta de dificultades, de desilusiones y de dolores. Ciertamente estas experiencias amargas no son exclusivas de nadie, más bien todos los podemos enfrentar de una u otra manera, son por así decirlo una experiencia común. La experiencia del dolor es propia del ser humano y nadie escapa de sus efectos. Negarlo sería ingenuo.
Muchas veces no se comprende que una persona tenga que sufrir. Por eso a veces surge la rebelión interior, se cuestiona a Dios sobre el porqué del sufrimiento humano y se le exige una explicación. No se alcanza a comprender tan fácilmente que el sufrimiento humano entre también en los proyectos divinos.
“La respuesta de Dios al sufrimiento humano es el mismo Jesús. Jesucristo asumió la condición humana no obstante todas sus fragilidades, él se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Él, no sólo asumió la fragilidad humana, sino que se acercó también a quien sufría, se solidarizó con los pobres, los enfermos y los excluidos; él los liberaba frecuentemente de los males que los aquejaban como nos dice el evangelista San Marcos: “Curó a muchos que estaban afligidos por diversos males y expulsó a los demonios” (Mc 1, 34)”, señala por último el comunicado.
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